Daniel
Verbis es el artista invitado de la nueva edición de MASQUELIBROS. Siempre
queremos destacar a algún artista de gran recorrido cuya obra esté ligada a la
disciplina del libro de artista. Hay papel, construcción y mucho, mucho color.
Verbis traerá a MASQUELIBROS una magnífica selección de algunos de sus mejores
libros de artista, muchos de ellos escondidos o que no han sido habitualmente
expuestos, permitiendo así a los espectadores disfrutar de una obra única en un
momento y lugar irrepetibles. La abstracción en forma de ondulaciones, la
sinfonía de tonalidades, el tacto visual de los distintos formatos de papel…
hacen de Verbis un artista único en esta disciplina que, cada año, gana más
adeptos y más reconocimiento.
Texto: Raquel Moraleja
Intentaré hacer tres bloques por épocas. Clasificadores de la década de
los noventa, cuadernos fechados entre el 2000 y el 2005 y trabajos recientes,
libros realizados entre el 2005 y el 2015. Bueno, lógicamente, enseñaré sólo
algunos ejemplares de cada etapa. Pero me parece que esta división es, cronológicamente, bastante fiel a
la estética de cada momento.
En el primer grupo los libros tienen un planteamiento más conceptual.
Son libros que se generan a partir de ideas concretas con un resultado plástico
más austero. Mostraré también alguno de los clasificadores en donde acumulaba
la documentación de las exposiciones que iba haciendo. En esa época también
trabajé en La Farmacia del Autista,
un conjunto de 8 libros con 80 dibujos cada uno. Este trabajo se expuso
parcialmente en la Galería Emilio Navarro en el 95 y más tarde al completo en
el Drawing Center de New York, tal
vez vuelva a mostrar alguno.
A partir del 2000 hice sobre todo cuadernos, que son en realidad
diarios gráficos, cuadernos donde apuntaba y dibujaba todo lo que (se) me iba
ocurriendo en ese momento. No son una mera agenda, cada página está
especialmente cuidada. Dibujo y caligrafía se van mezclando muy libremente. De
esta época tengo unos 50 cuadernos. La premisa inviolable era no arrancar
ninguna página, lo que me obligaba a trabajar muy concienzudamente cada hoja.
Al final dejé este formato, me obsesionaba la idea de acumular cuadernos y el
deseo de acabarlos condicionaba mis otros trabajos en exceso.
Después del formato cuaderno pasé al formato clasificador de fundas
que sigo haciendo en la actualidad aunque con menos insistencia. Ahora la parte
física del documento no es tan necesaria porque la foto o el texto se quedan en
el ordenador. En cierto modo el clasificador ha sido sustituido por la carpeta
digital. En paralelo no obstante he ido haciendo libros de artista con una tipología más clásica. Me siento
sobretodo satisfecho de algunos que siguen un procedimiento particular no del
todo nuevo para mí. La fórmula que sigo es la siguiente: con un poco de suerte
a veces da la casualidad de que encuentro un libro que me interesa a nivel de
diseño o maquetación, la mayoría de las veces suelen ser libros de medicina, pues
bien, tacho el texto con líneas de colores, a veces puede que indulte alguna
palabra, y después intervengo sobre las fotos, pintándolas o usándolas como
fondo para collages. No siempre es fácil encontrar una buena solución para
todas las páginas si eres fiel a la maquetación y respetas el concepto de cada
foto, pero, en fin, ahí está la gracia.
¿Qué tipos de pinturas creas
sobre papel?
En 1986 hice mí primer “libro de artista”, un librito que titulé, con
no demasiada fortuna, Entorno (desde el
fuego). Supongo que pretendía representar paisajes informalistas. Partía de
un dibujo automático que hacía con pegamento sacado directamente del tubo y que
luego quemaba para lograr un efecto caprichoso, gráficamente torturado. Desde
entonces siempre he ido haciendo libros
de artista, distraídamente, como quien no quiere la cosa.
Si tuviera que distinguir entre el libro
de artista y una colección de láminas o dibujos, diría que, simplificando
un poco, el libro está constituido por partes que se unen, el libro se
identifica por estar encuadernado. La consecuencia es que no puede verse todo de
una vez, hay que ir pasando hojas. La carpeta o el archivador son contenedores
que pueden funcionar como un libro pero que cuando de despliegan sobre una mesa
o la pared dejan de actuar como tal. Una característica del libro es su
resistencia a la exposición.
Sin renunciar a formar grupos con cierto aire de familia o a la colección
sin encuadernar he ido haciendo mis pinitos en esto del libro de artista, es
decir, en el aparato cosido, en el objeto encuadernado, en el discurso encadenado.
El libro ha sido, como si dijéramos, una actividad paralela a la pintura y mis
exposiciones.
Si atendemos a la premisa del artefacto cosido o pegado no es difícil decidir
cuándo algo adquiere el estatus de libro, otra cosa es la validez artística. Independientemente
de su trascendencia, a mí me interesa el libro que va un poco más allá del mero
cuaderno de apuntes porque con el libro se opera de un modo diferente, más
complejo. Se me ocurre que cuando haces un libro y digamos vas por la pagina 30
te ves obligado a volver hacia atrás para establecer una continuidad y quizás cambiar
algo de la página 12 o 15. El concepto articula las hojas, va definiendo lo visible.
En el libro se hace evidente lo (im)previsible, la necesidad de saber
qué hay detrás de cada hoja, qué pasa después, qué hay más allá. La lógica
narrativa viene desmentida por la singularidad. En el libro se ampara la
visibilidad de lo que está por venir, se evidencia una razón constructiva en el
espacio de la temporalidad.
¿Cómo podías explicar tu
proceso creativo?
Intento ver cómo relacionar con cierta coherencia elementos más o
menos alejados, cosas distintas (conceptos, procedimientos, imágenes…), que por
alguna razón me interesan. Digamos que me muevo en un terreno inestable porque
de mí tiran con fuerza elementos que son contrarios, a veces contradictorios. Pongo
un ejemplo: normalmente pinto cosas no identificables pero con enorme
precisión, en consecuencia puedo llegar a ser tremendamente concreto en la práctica
pictórica y al mismo tiempo bastante ambiguo en el significado. Inventar
técnicas o procedimientos que me permitan convivir con elementos tan ajenos o
extraños me da la sensación, puede que engañosa, de que las cosas, cuando se
relacionan de una manera nueva, adquieren un sentido desconocido.
¿Por qué Verbis? ¿Qué
simboliza el verbo?
En esto me ha faltado originalidad y he tirado de árbol genealógico. Cambié
el apellido Gutiérrez por el apellido
Verbis hacia el año 95 por dos
razones, primero porque había otro Daniel Gutiérrez y así evitaba la confusión
y segundo porque en esa época me interesaba la relación entre imagen visual y
escritura. Realmente eso siempre me había interesado, ya en los dos últimos
años de facultad 90-91 trabajé aspectos específicos de esa relación. De alguna
manera eso me siguió interesando y vi oportuno usar el Verbis. Ahora sin embargo no tengo tanta fe en las palabras, no
creo que las palabras en el contexto de las artes visuales refuercen o
respalden el concepto que expresa la obra. Más bien al contrario, pienso que la
mayoría de las veces son innecesarias o engañosas y que se usan por impotencia
o como coartada y que lo único que hacen es desviar nuestra atención. (Esto dicho
un poco a lo bestia. Habría que matizarlo, diferenciar entre palabra,
escritura, texto, contexto, rótulo, título, tipografía, caligrafía…, etc. En
todo caso, ¿no estamos un poco hartos de tener que leer para ver?, ¿el trabajo
del artista plástico no es precisamente invitar a ver, inventar lo que hay que
ver, hacer para entender?)
¿Qué simboliza para ti un libro como objeto?
El
libro está siempre ahí esperándonos. El cuadro, en cambio, es una especie de
imposición del talento ajeno que no podemos hacer nuestro complemente. Con el
libro se tiene una relación más íntima, más física, más cercana. El libro es
factible porque es un aparato cultural
accesible, transportable, una forma amigable, una estructura razonable de
transmitir conocimientos o emociones.
¿Hay algunas disciplinas
mejores que otras?
Si
puedo utilizar una metáfora deportiva, te diría que cada disciplina desarrolla
unas habilidades y es exigente con ciertos músculos o partes del cuerpo, tiene lógicamente
contraindicaciones características, (el catálogo de las lesiones más frecuentes).
Pero en definitiva, y es a donde quiero llegar a parar, no puedes ser bueno en
ninguna disciplina deportiva si no estás en forma, si no tienes buen tono
muscular general. En el arte pasa lo mismo, hay que estar preparado conceptual,
plástica, cultural, social, comunicativa, técnicamente…, da igual si pintas, si
haces grabados o instalaciones, libros o vídeos…, siempre hay que usar las
manos con cabeza.
¿Y como sujeto artístico?
¿Qué se puede crear sobre un libro?
El libro contradice la esencia misma que justifica el esfuerzo del
artista por hacer una imagen específica, todo eso por lo que el pintor exprime
su cerebro: concentrar en un espacio
relativamente pequeño toda la serie de acontecimientos que se han ido
sucediendo a lo largo del tiempo, constatar que ese espacio es huella del
tiempo. Si una roca es el resultado de miles de años de erosión, la pintura es
la consecuencia de miles de años de historia de la pintura. Pero el libro no se
conforma con un trozo de espacio plano en blanco, demanda un grosor, y todo ese
grosor (según la UNESCO 50 páginas, 25 hojas) es información demorada, (rememorada,
alterada...) Un significado siempre a la espera.
¿Cuáles son los libros que
han marcado tu vida?
En fin, haré la lista corta. A mediados de los años ochenta Salvat sacó por fascículos la enciclopedia El Gran Arte en la Pintura. En ese momento convencí a mi madre para
hacer esa colección. Cada semana iba religiosamente a por mi fascículo y luego
lo leía con fruición. Creo que eso me debió marcar porque después siempre he
dividido a los pintores, un poco inconscientemente, entre los que venían en esa
enciclopedia y los que no. De alguna manera esa lectura estableció un canon
propio.
Hay otros dos libros que me han marcado, sobre todo porque los busqué
con insistencia. Insistencia que hizo que esos libros me parecieran fundamentales
y necesarios. Uno era el catálogo Duchamp
editado en el 84 por la Fundación Caja de
Pensiones que yo había visto en algún momento pero que no encontré hasta
pasados muchos años y el otro, agotado también durante mucho tiempo y que
busqué incansablemente durante más de diez, tal vez quince años, en la sección
de filosofía o lingüística de cualquier librería a la que yo iba, era, no voy a
ser muy original, De la Gramatología de Jacques Derrida. Al final lo conseguí,
pero como puedes imaginarte no lo he leído. Quizás es la ausencia del objeto lo
que crea la necesidad, el deseo. Tal vez en los años 90 hubiera tenido las
ganas y el tiempo, pero ahora…
¿Hablemos de algunos libros
especiales y cómo te hiciste con ellos?
He sido sobre todo comprador de catálogos aunque como edición siempre
he preferido facsímiles de cuadernos o libros de artista. Lo que pasa es que éstos
normalmente son más caros y menos informativos y acabas llevándote un catálogo.
Los catálogos de Richard Long o Sol Lewitt siempre me han parecido muy
elegantes. Tengo uno de Damien Hirst,
el de Booth-Clibborn Editions, que
hacer alarde de todo tipo de juegos de diseño, despegables, etc., creo que ese
es un libro que está bastante valorado, lo compré en Londres y vine cargando
con él. Hay otro de Panamarenko de la
editorial Ludion que compré en Arco,
no sé en qué galería, pero tiene unas
fotos fantásticas y además resulta que venía firmado por el artista. El Conocimiento Secreto de David Hockney tiene imágenes magníficas
y se lee como una novela. Entre los facsímiles tengo algunos de Marcel Broodthaers, que era muy dado a
las carpetitas, cosas de Schnabel, de
Kounellis, el Manual de Instrucciones para Étant Donnés de Marcel Duchamp editado por el Museo
de Arte de Filadelfia. Bueno, como te decía, fundamentalmente he
coleccionado catálogos de los artistas que me gustan, pero ahora compro sobretodo
libros científicos modernos o antiguos y muchas enciclopedias de arte y ciencias
naturales, tiradas de precio. Las utilizo como material para collages. A veces
da pena destrozar los libros, pero, fatalmente, el artista del collage es una
especie de depredador, un descuartizador de imágenes. Por ejemplo, hice una
serie de dibujos con fotograbados de una Memoria
de la Comisión Ejecutiva de las Excavaciones de Numancia, del año 1912. Normalmente
en estos libros busco un tipo de fotografía determinada, me da igual que sea en
blanco y negro o en color, pero tengo que verle algo especial. A veces son
fotograbados o heliograbados o algún tipo de impresión antigua. Hice por
ejemplo una serie de dibujos sobre heliograbados de imágenes de cuadros de Whistler,
para eso tuve que arrancar, con un poco de aprehensión, las láminas que venían
en el libro. Para trabajar sobre ellos busco fundamentalmente libros de
medicina, me interesa su maquetación extremadamente funcional, prefiero los de
histología o enfermedades de la piel porque tienen muchas fotos. Tengo uno muy
raro, un catálogo de dentaduras con fotos de modelos anatómicos que se titula Dientes para Trabajos en Caucho, aunque
a éste todavía no le he dado salida. En fin tengo una estantería llena de
libros para romper-me (la cabeza) pero me falta algo: TIEMPO.
Esto es parte de lo que veremos en MASQUELIBROS 2015.